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Frutas en oferta



En la sección "otras orillas" habitan algunos textos que no corresponden a Los pájaros [...], sino que hablan de otros asuntos de la vida. En algunos casos son fragmentos, en otros textos enteros. Hoy, una exploración sobre el el amor y sus miedos. Incompleta, claro. Como la vida.





Frutas en oferta


Me quedé dormido, ¿me entendés? Me quedé dormido y no estaba tan borracho, ni tan cansado, ni tan nada que podás decirme. Me quedé dormido y me desperté con ella al lado. Cogí el celular para ver la hora y pensé que podía ponerme la ropa antes de que despertara, pero me equivoqué, cometí un error, vos sabés lo que es eso, cometer un error. La vi ahí. La luz entraba por la ventana, y yo leía el aviso del supermercado que no lo apagan nunca y a esa hora la luz parpadea y se veía sobre la cama, esa intermitencia de luz que lo iluminaba todo. Ella estaba despierta, me di cuenta, pero no me miraba. Supongo que quería que me fuera o que, por lo menos, lo esperaba. Tal vez era eso, ella esperaba que me fuera, pero yo la miré. Le miré los senos. Sus pezones apuntaban hacia el lado de la cama, como si pidieran espacio para ser o simplemente para que los mirara ahí. Pero no se movían. Quiero decir, no se movían sus pezones, sólo el estómago. Respiraba así, y la miré. Me senté en la cama y pensé en eso, como pude haber pensado en otra cosa, en el bar, en la cerveza, en la boca. Si hubiera pensado en la boca tal vez habría sido mejor, tal vez me hubieran aumentado las ganas y eso lo explicaría todo, pero pensaba en sus pezones que no me miraban y no me causó excitación. Entonces me quedé. Corrí la sábana y me quedé. Apoyé mi espalda y pensé que, si ella hubiera querido, me hubiera podido decir que me fuera. O tal vez ella había despertado antes y me había mirado dormido. Me dio miedo, ¿sabés? Miedo que me mirara como yo la había mirado. Entonces preferí voltearme y estirar mi mano. La apoyé en su cadera y me pegué a ella. Tenía las nalgas frías. No sé cuánto pasó. Veinte minutos, una hora o dos o seis. Cuando despertamos estábamos ahí, sin decirnos nada. Pero ahí. Y eso me rompió. Me rompió por dentro porque yo estaba ahí y ella también. No supe por qué putas me puse a llorar, pero lloré. Lloré en su cama con el sonido de fondo de los altavoces del supermercado que anunciaba que las frutas estaban en oferta. En oferta, decía. En oferta.



¿Será eso lo que llaman amor?

 Daniel Naranjo